Todo producto sufre diferentes fases:
– Introductoria.
– Crecimiento.
– Madurez.
– Declive.
En los últimos años, incluso podemos eliminar la etapa de la madurez por la rapidez en la evolución de los artículos puestos a la venta. Hablamos, por supuesto, de tendencias.
¿Qué es una tendencia? Pues ni más ni menos que una evolución de un producto con todas sus fases pero con una duración menor a un año. La tendencia, por tanto, no se convierte en moda en la mayoría de los casos.
Este año 2013 ha sido el de la explosión de lo hipster. Esto se define, según la Wikipedia, como una “subcultura contemporánea asociada en mayor medida con la música independiente”. En moda, se traduce en:
– Pantalones pitillo.
– Camisas vaqueras y de cuadros abrochadas hasta el cuello -éste incluido-.
– Gafas de pasta tamaño XL.
– Barba “vagabundo” y pelo despeinado de manera casual.
– Bambas de marcas no excesivamente conocidas, preferiblemente de bota.
Originalmente una estética utilizada por los que comúnmente se llaman “modernos” y asociados a unos hábitos culturales independientes, la estética hipster se ha popularizado en los últimos meses. El resultado, la utilización de sus tips por las grandes cadenas. Las principales: Springfield y Pull and Bear, que ya han hecho suya esta temática. Las razones son claras:
– Aumento de cuota de mercado.
– Introducción de una tendencia al mercado que rompe con lo anterior.
– Crear la necesidad entre su público objetivo de adaptarse a las nuevas modas.
– Posicionar la imagen de marca utilizando los leitmotiv de una subcultura urbana. El trabajo, por tanto, ya está prácticamente hecho.
Pues bien, ¿sigue siendo el hipster independiente? ¿O ha pasado de tendencia a moda sin darnos cuenta? ¿Se ha instalado ya entre nosotros para no irse? Lo que sí está claro es que el moderno ha dejado de ser exclusivo, cultureta y cool. Al fin y al cabo, ¿no ha sido siempre uno más pero con un poco más de postureo?
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